viernes, 16 de diciembre de 2011

Peregrinación a Santiago

INTELIGENCIA Y LIBERTAD: UNA CUESTIÓN MORAL

Se puede hablar de diferentes tipos de saberes. Saberes por simple interés de conocer cosas nuevas, saberes útiles para ganarse la vida, saberes más o menos interesantes para vivir y saberes imprescindibles porque en ellos nos va la vida; qué cosas nos convienen y qué cosas no nos convienen. A lo que nos conviene lo llamamos bueno y a lo que no nos conviene lo llamamos malo. Es decir que es imprescindible distinguir entre el bien y el mal. Y no siempre es fácil distinguir lo bueno de lo malo, porque algo en unos aspectos puede ser bueno y en otros malo y viceversa.
Los animales están programados y no pueden proceder de otra forma. Por el contrario, los seres humanos no están así de programados y pueden proceder de una forma o de otra, son libres.
Los humanos también estamos programados en cierta forma, ya que nos condiciona nuestra cultura, lenguaje, tradición, educación y los valores que nos inculcan. Sin embargo los humanos siempre podemos optar, no tenemos un solo camino a seguir sino varios. No podemos elegir lo que nos pasa, pero somos libres para responder a lo que nos pasa de un modo o de otro. También hay cosas que no dependen de nuestra voluntad. Si no me conozco a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario y fracasaré.
Los humanos podemos inventar, elegir en parte nuestra forma de vida, podemos equivocarnos, cosas que no pueden hacer los otros seres vivos. El saber vivir es hacer lo que nos conviene, lo bueno, y rechazar lo que no nos conviene, lo malo. Este arte de saber vivir, distinguir lo bueno de lo malo, de hacer el bien y evitar el mal, es a lo que Savater llama ética.
Cuando decidimos algo puede haber motivos diferentes: para conseguir algo, por capricho, por costumbre o porque nos mandan.
Órdenes y costumbres vienen de fuera y se imponen sin pedir permiso. En cambio los caprichos salen de dentro, brotan espontáneamente sin que nadie mande. A veces seguir las órdenes o las costumbres es lo correcto y hacer lo que conviene. En otras, quizá no sea así.
Como reflexión final cuando hablamos de libertad, nos referimos a algo que nos gusta, todos somos partidarios de la libertad. Y precisamente eso es lo que nos diferencia de los animales; éstos sólo pueden vivir de la manera que lo hacen. Sin embargo nosotros podemos rechazar lo malo y optar por lo que nos parece bueno y nos conviene: podemos decidir. Y entonces qué decidimos para no equivocarnos. Cuantos más conocimientos tengamos, mejor podremos decidir y estaremos utilizando la inteligencia. La inteligencia, al contrario que la ignorancia, nos hace conocer la realidad, pensar, tener mayor capacidad de decisión y por lo tanto, ser más libres.